Hoy se cumplen–como ya tuvimos, desde el gobierno, otros recuerdos- también 30 años de que se llevaron a mi hermano; y pasó, desde ese momento, a integrar la lista de tantos ‘desaparecidos’ como tenemos en el país.
Tenía 28 –uno y medio más que yo-, vivía en casa con nosotros, era soltero, y una muy buena persona. Ni guerrillero ni violento (más bien con ese idealismo hippie de la época, que no te permitía matar una cucaracha). Sí tenía ideas ‘demasiado sociales’ para ese tiempo –sus prácticos de la facultad de Arquitectura, recuerdo, eran planes para mejorar con pizarra argentina las viviendas de las villas-, era activista político de la otra vereda, y quizás sabía más de lo que a algunos les pudiera convenir.
Sí tenía miedo. Y, la verdad, en la familia nos resultaba exagerado; aunque el tiempo y los acontecimientos demostraron que era totalmente justificado.
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No creo en revanchismos.
Y estoy convencida de que lo mismo les sucede a muchos de los que fueron víctimas de ese tiempo tan triste para los argentinos: A lo largo de la vida, me he encontrado con personas –de los dos lados- que han sufrido mucho; y (aunque algunos no lo quieran creer) siempre me he sentido ‘hondamente unida’ en el deseo profundo de que no se vuelva a repetir. Lo que me ha llevado a la conclusión –personal, desde ya- de que los intentos de revancha, que hoy renacen, son propugnados, no pocas veces, por quienes no sufrieron todo aquello en carne propia.
Ah!... Y, si llegás a explicarle a alguno que pensás así, desde ya que te deja de lado 'porque no entendés nada' (¡¡¡!!!).
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Sí, creo en el perdón y en la reconciliación.
En el perdón pedido y el otorgado. También, por experiencia propia en ambas direcciones, creo que es lo que realmente da verdadera fecundidad al dolor.
Soy cristiana e intento vivirlo. Éste es el anuncio de la Redención: el amor –que en este mundo será siempre misericordioso- es el único vencedor del pecado y de la muerte.-
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Nota: Esta mañana en Misa, por supuesto que sin conocer todo esto, el sacerdote –al comentar la oración sacerdotal de Jesús, trozo del Evangelio que tocaba hoy- nos contó su consuelo de que, en cualquier miedo o soledad que vivamos, siempre podemos estar seguros de que Jesús -en su miedo y soledad experimentadas en la Pasión- ya lo asumió y lo unió al suyo redentor.
Me acordé de mi hermano,¡y de tantos!... y a mí también me consoló.
Tenía 28 –uno y medio más que yo-, vivía en casa con nosotros, era soltero, y una muy buena persona. Ni guerrillero ni violento (más bien con ese idealismo hippie de la época, que no te permitía matar una cucaracha). Sí tenía ideas ‘demasiado sociales’ para ese tiempo –sus prácticos de la facultad de Arquitectura, recuerdo, eran planes para mejorar con pizarra argentina las viviendas de las villas-, era activista político de la otra vereda, y quizás sabía más de lo que a algunos les pudiera convenir.
Sí tenía miedo. Y, la verdad, en la familia nos resultaba exagerado; aunque el tiempo y los acontecimientos demostraron que era totalmente justificado.
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No creo en revanchismos.
Y estoy convencida de que lo mismo les sucede a muchos de los que fueron víctimas de ese tiempo tan triste para los argentinos: A lo largo de la vida, me he encontrado con personas –de los dos lados- que han sufrido mucho; y (aunque algunos no lo quieran creer) siempre me he sentido ‘hondamente unida’ en el deseo profundo de que no se vuelva a repetir. Lo que me ha llevado a la conclusión –personal, desde ya- de que los intentos de revancha, que hoy renacen, son propugnados, no pocas veces, por quienes no sufrieron todo aquello en carne propia.
Ah!... Y, si llegás a explicarle a alguno que pensás así, desde ya que te deja de lado 'porque no entendés nada' (¡¡¡!!!).
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Sí, creo en el perdón y en la reconciliación.
En el perdón pedido y el otorgado. También, por experiencia propia en ambas direcciones, creo que es lo que realmente da verdadera fecundidad al dolor.
Soy cristiana e intento vivirlo. Éste es el anuncio de la Redención: el amor –que en este mundo será siempre misericordioso- es el único vencedor del pecado y de la muerte.-
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Nota: Esta mañana en Misa, por supuesto que sin conocer todo esto, el sacerdote –al comentar la oración sacerdotal de Jesús, trozo del Evangelio que tocaba hoy- nos contó su consuelo de que, en cualquier miedo o soledad que vivamos, siempre podemos estar seguros de que Jesús -en su miedo y soledad experimentadas en la Pasión- ya lo asumió y lo unió al suyo redentor.
Me acordé de mi hermano,¡y de tantos!... y a mí también me consoló.